Ya luce restaurado en la Academia Básica del Aire (ABA) uno de los primeros reactores que tuvo el Ejército del Aire, con sus colores originales y su cola roja, preservando así la historia que día a día se escribe en nuestras unidades. Es el Lockheed T-33A E.15-9. Gracias a la colaboración del Museo de Aeronáutica y Astronáutica, a través de uno de sus principales colaboradores, Alberto García Vargas, este avión luce de nuevo todo su esplendor gracias a una minuciosa y laboriosa restauración.
Nacido para enseñar, primero en la Escuela de Reactores, más tarde en la Escuela de Especialistas y ahora como parte del patrimonio histórico de la Aeronáutica Militar Española, continuará mostrando a las nuevas generaciones el pasado glorioso de la aviación española.
Los Lockheed T-33A llegaron a España en 1954, para ser punta de lanza de la recién creada Escuela de Reactores, en Talavera la Real. De estas estrellas fugaces, o shooting star, como se les conoció, se llegó a contar con sesenta aparatos que prestaron servicio en el Ejército del Aire hasta el año 1985, momento en que se dio de baja el último de ellos.
Este ‘cola roja’ corresponde a uno de los nueve primeros aparatos que llegaron a través de distintos canales, tras la firma, el 26 de septiembre de 1953, de los convenios de Amistad y Cooperación entre los Estados Unidos y España.
En concreto, este ejemplar llegó junto a otros dos al puerto de Barcelona a bordo de un barco de la marina estadounidense, procedente de Newark (Nueva Jersey), el 2 de mayo de 1954. Una vez desembarcados, se trasladaron por carretera al aeropuerto de El Prat. Desde allí, partieron en vuelo, pilotados por instructores estadounidenses, hacia la Base Aérea de Talavera la Real, donde, una vez realizada la inspección de recepción, fueron dados de alta el mismo día.
El E.15–9 resultó dañado dos meses después, al realizar una toma dura en la propia base de Talavera. Debido a ello, y a que en España no se disponía todavía de mecánicos ni de herramientas para repararlo, el avión permaneció desmontado en la propia Escuela de Reactores hasta el 17 de marzo de 1955, fecha ésta en que sería dado de baja y trasladado por carretera a su nuevo y definitivo destino en la Escuela de Especialistas del Aire de La Virgen del Camino, para ser utilizado en la instrucción de los mecánicos y armeros especialistas, sin posibilidad de volver nunca más a la situación de vuelo.
Además de ser uno de los primeros reactores que volaron con la escarapela española, la circunstancia especial que hace único a este aparato es que mantiene hasta el día de hoy el color original denominado rojo ártico, tanto en la cola como en la mitad de los planos, y que era el característico de los aparatos de la USAF que operaban próximos a zonas polares.
En estas circunstancias, al pasar a manos del Ejército del Aire fue únicamente matriculado y rotulado con los distintivos españoles sobre los americanos, en espera de la revisión y adaptación completa a las unidades operadas en nuestro país y a las que, debido a la mencionada toma dura, no pudo incorporarse. Por ese motivo, el E.15–9 ni siquiera cuenta con la Cruz de San Andrés, distintivo característico en las derivas de las aeronaves militares españolas.
Ejército del Aire/Mayo 19 de 2022